La violencia, la desesperación y lo inhumano: Jonathan Glazer.

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El británico Jonathan Glazer, es un director capaz de plasmar la desesperación de forma aguda y obsesionada haciendo un equilibrio con la sensualidad de sus personajes. Prueba de ello es su última película Under the skin, llena de imágenes perturbadoras para recordar; como ese negro líquido en el que flotan las víctimas de Scarlett Johansson hasta transformarse solamente en piel. Pesadilla argumental y brillantez autoríal absoluta. Revisemos algunas ideas sobre los filmes de Glazer.

Durante la década de los noventa Glazer se estableció como uno de los autores de videos musicales y comerciales más importantes del mundo. Su experimentación detrás de la cámara la plasmó en el cine a inicios de la década pasada. Su primera cinta del año 2000 fue  Sexy Beast  que retrata el retiro de un gangster británico; cuatro años después llegaría  Birth, filme sobre la historia de Anna, una mujer que se convence de que su difunto marido ha reencarnado en un niño de 10 años. Y en 2014 llegó Under the skin, la adaptación de la novela de Michel Faber. Cada una de estas cintas es tan propia y definida que resulta imposible no identificar a un autor en su totalidad.

En Sexy Beast, Glazer explora el mundo de la violencia, la cual vemos presente en escenas de manera explícita. Hay una explosión violencia corporal y lingüistica por parte de Don Logan (Ben Kingsley), un calvo, irritante, y ascético, de mediana edad que viaja a España con la intención de obligar a un ex-socio a volver al negocio sucio del robo. Este sustantivo: violencia  está expuesto de manera física pero también de manera psicológica, hay una presión permanente sobre el protagonista Gal (Ray Winstone). Nuestro protagonista desespera al saberse obligado a entrar de nuevo al negocio del robo, desespera por no poder continuar con su vida de tranquilidad, en fin está desesperado por no tener una vida propia. En Sexy Beast encontramos también a Nicolas Refn, ambos comparten la fascinación por el terreno del juego, el odio incontrolable y la violencia provocada como vimos en  Pusher (1996) y Bleeder (1999).

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Si el gran amor perdido de tu vida apareciese sin previo aviso, después de caer muerto –literal- hace diez años, ¿cómo reaccionarías? Básicamente, sobre esa pregunta versa el fondo de Birth, que nos presenta a Anna (Nicole Kidman), personaje que sería digna representante de psicodramas femeninos de Ingmar Bergman, desde la complejidad en el desarrollo femenino de Viskningar och rop (Gritos y susurros, 1972) hasta la dinámica madre-hija de Höstsonaten (Sonata de otoño, 1978).  El problema de cómo el afecto reminiscente hacía una persona te lleva a tomar ideas y decisiones encuentra en Nicole Kindman un nivel actoral impresionante. Anna, escéptica, termina en la desesperación, en el éxtasis, en el dolor y en el asombro de que un deseo tan grande como el estar de vuelta con el ser amado pueda convertirse en  una realidad palpable; desbordando todo el orden a su alrededor al compás unísono de la overtura de Die Walküre de Richard Wagner. La apropiación y destrucción de identidad son los intertextos en Birth.

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Por último tenemos Under the skin. Desde la primera secuencia que representa la formación sustancial de un ojo, y sus paralelos con el universo hay una demostración de arrojó por parte de Glazer. La protagonista es Scarlett Johansson, un alien, convertido en  una  brunette  despampanante que busca en su camioneta  -sin un motivo muy claro- a víctimas para invitarlos a su casa, los cuales  llegan con la ilusión de un affaire para al final ser objetos fatales de Johansson. El modus operandi es tétrico. La conjunción sonora con lo que vemos en pantalla es alucinante. Hipnotizante. Es horroroso y bello a la vez. Plus: en Under the skin; la misma Johansson es bella pero no se siente como un objeto inalcanzable, el ideal de belleza es terrenal.

Los planos abiertos son reflejo de la debilidad humana. Los vemos así en las escenas en el mar mientras se ahoga una mujer y un hombre queda inconsciente. O bien cuando “ella”, o sea, Johasson, camina por la acera sin rumbo fijo. Es una perturbadora experiencia sobre la tragedia de no sentirse humano. Vemos claras referencias a David Lynch; desde la secuencia en el camioneta con el hombre deforme que sin duda nos remite a The elephant man (1980) o bien la secuencia mientras Johansson está a punto de tener relaciones sexuales; referencia estética: Lost Highway. Incluso Glazer ha sido comparado con Kubrick, la referencia más directa es la escena de la sangre que asemeja The shining, oníricamente retratada en Under the skin.

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Obviamente las semejanzas entre estos autores y Glazer, llevaría un tiempo mayor de disección para profundizar en sus paralelismos, lo anterior no fue objetivo de este texto, sería pertinente hacerlo en otra ocasión. Espero que si no ha visto esta tríada de películas se anime hacerlo este brevísimo texto tiene la función de explorar ideas expuestas en el cine de Glazer, siendo así sólo un aliciente para no perdernos la obra de uno de los directores que están revolucionando el cine de nuestros días.

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