Fernando Teo

MY BLUEBERRY NIGHTS (2007)

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Nota del editor: El primer acercamiento que tuve al cine de Wong Kar Wai fue hace un par de años, sin saberlo, cuando vi Eros me había confrontado por primera vez con un autor que marcaría mi modo de ver el cine. En las siguientes publicaciones me dedicaré escribir sobre sus películas, ojalá abarque toda su filmografía que éste fin de semana terminé de ver.

El sello estilístico de Wong Kar Wai está ahí, es inconfundible. La obra en sí es la breve historia de Elizabeth/Lizzy/Bett (Norah Jones) después de un rompimiento amoroso, el cual la lleva a una búsqueda de nuevas experiencias y respuestas a los cuestionamientos que tras aquel hecho le viene a la mente.

My blueberry nights (2007) fue la novena cinta del director hongkonés y la primera hecha con un reparto anglosajón (Jude Law, Natalie Portman, David Strathaim, Rachel Weisz y la ya mencionada Norah Jones), dicha cinta fue muy mal recibida por la crítica norteamericana, yo no lo entiendo. Está claro que no es la mejor película de este autor sin embargo tiene puntos destacables. Wong, para quien no lo conoce, es un autor que siempre toca los temas de las relaciones fallidas, los distanciamientos, frustraciones, encuentros y affaires. Siempre con un sello estético extremo.

La ejecución de la cinta es buena, aunque el inicio quizá es excesivo en su afán de marcar el estilo de la cinta, seguramente el director lo hace para que el público que no conoce su obra se familiarice pronto con él. Así,Wong Kar Wai hace un uso demasiado frecuente de estilemas que definen sus películas, las cortinillas del tren de New York y el constante uso de la esplendorosa banda sonora son ejemplo de lo anterior; me resultó asfixiante en un primer momento,  corta el ritmo, contrariamente con lo que el uso de estas técnicas debería de ocasionar.

Pero así, con todo lo anterior, la historia de encuentros y desencuentros de Lizzy, resulta ser emotiva, aunque hablar de las sensaciones que provoca una cinta es subjetivo, para mí así lo fue. Ya quisieran muchas películas ejecutar con tal pulcritud una historia de amor, desamor o bien un encuentro inesperado. Ninguna actuación es extraordinaria, ni tampoco fallida, lo más rescatable en mi opinión es la banda sonora, apabullante.

Para quien no haya visto ninguna de sus cintas recomiendo ver Chunking Express, antes de My blueberry nights, puesto que ésta última podríamos considerarla como la extensión de la primera. Caso curioso en el cine de Wong Kar Wai, su filmografía tiene extensiones de los residuos de las cintas primarias, ejemplo de lo anterior, Ashes of time, encuentra su extensión en Ashes of time redux; In the mood for love tiene su extensión en 2016. Sin más con cualquier película que usted comience a ver la obra de este autor, disfrute y esté consciente de que está frente a uno de los más grandes cineastas de nuestro tiempo, de los mejores de finales del siglo XX e inicios del XXI.

¡QUE VIVA MÉXICO! (1933)

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¡Que viva México! fue la sexta obra cinematográfica del soviético Sergei Eisenstein  la cual es una de las grandes cintas dentro de la historia fílmica nacional, modeladora y precursora de un estreotipo indígena que desembocaría en diversos filmes posteriores a éste y que encontraría en Emilio «El indio»  Fernández a su mayor discípulo. El largometraje intenta mostrar rasgos característicos de la población mexicana de los años veinte en México; en específico de la clase indígena nacional.

El cineasta creador de  obras mayores del cine internacional como lo son El acorazado Potenkim, Huelga y Octubre y que hoy día han rebasado el tiempo y el espacio, mantuvo un encuentro con Diego Rivera en California y tras éste decidió venir a México, para iniciar el proyecto denominado ¡Que Viva México!

Antes de pasar a la obra en sí, debemos de entender una cosa; el cine mexicano que se realiza durante  los años veinte pasó de ser un cine vivencial, para ser un cine de corte argumental, el cine vivencial es también conocido como “cine verdad” que ejecutó con maestría Dziga Vertov y que está contenido en su obra mayor El hombre con la cámara; este tipo de cine no fue la prioridad para Eisenstein en lo que respecta al tiempo en que filmó en México, aunque desde mi punto de vista las declaraciones para la prensa mexicana denotaban lo contrario.

La premisa –si podemos decir que hay una- es  transmitir a través de seis episodios el devenir indígena y su importancia en la sociedad mexicana. Un prólogo, un epilogo y cuatro capítulos intermedios conforman la narración de las diferentes maneras en que el indígena ha formado parte de la historia mexicana. El guion es escaso, lo que impera es la representación indígena, en este tipo de cine de principios de siglo, las imágenes pesan más que las palabras. Por ello son pequeños los enunciados que nos explican lo que se intenta mostrar con las imágenes, así la narrativa está sostenida en lo visual.

Como tal la cinta es un despliegue estético fastuoso, con guiños a sus obras anteriores que podemos ver en encuadres y la solemnidad de la narración; para el momento histórico en el cual fue creada el muralismo mexicano estaba teniendo penetración internacional importante, tanto así, que es sumamente fácil distinguir entre los diferentes encuadres, la influencia del “gordo” Diego Rivera, como le llamaba Eisenstein o bien pinceladas de Siqueiros en las escenas de los indígenas en Tehuantepec. A principios de siglo la base narrativa de la imagen era fundamental por ello se usaron encuadres en contra picada para darle importancia a las pirámides mesoamericanas o bien juegos de primer y de segundo plano de hombres emulando las esculturas antiguas que le muestran al espectador un rompecabezas cultural sumamente disfrutable.

El estereotipo del indígena mexicano que se presenta en esta cinta es algo que contrasta con lo que se realizaría posteriormente en el cine nacional, es decir en ¡Que viva México!, el indígena está identificado con el color de piel oscuro, el traje de manta, los huaraches, el sombrero de palma, es trabajador, y apegado a una religión, contrario a lo que después se haría en el cine nacional que es una estilización mucho mayor del personaje indígena, donde todos hablan español, son de tez clara, y con condiciones de vida que no corresponden a la realidad del país. La película que contiene el germen de lo anterior expuesto es: La india bonita (1938). Con lo anterior no estoy diciendo que en el cine de Eisenstein no se haya caído en una especie de estilización pero en su conjunto la obra no luce por la exaltación de la figura del indígena como algo glamouroso. Al final es un indígena de denuncia social.

Así la  narrativa está llena de una intención de traer a la memoria posrevolucionaria el pasado glorioso indígena. Quizá les parezca demasiado entrelazar esta película con la historia, pero yo no sé si por gracia o desgracia esta obra va pegada al momento histórico en la cual surge, no sé puede hablar de ella sin reconocer en su contexto la influencia que tuvo. Y aunque este largometraje no es sino una película de ficción podemos ver en ella una representación del indígena de principios del siglo XX, sin olvidar que la visión de esta clase indígena es la visión de una elite cultural y económica que intenta así dar una versión propia de lo que ve.

La cinta quedó inconclusa en su edición para el año de 1933, fecha en que se proyecto en Nueva York, y en 1934 en México en una función privada. Las diferentes versiones que se han realizado de ella no varían mucho, sólo en el orden en que las imágenes se proyecta, la película que se estrenó en 1979 en la URSS fue una edición de Grigori Alexandrov y es ésta la que se considera como oficial; ¡Que viva México! no es el mejor largometraje de Eisentein, sin duda considero obras de mucho mayor nivel  Octubre o El acorzado Potenkim, pero definitivamente esta cinta es una obra de mayor importancia para la filmografía nacional; Eisenstein dejó en ¡Que viva México! un poco de su método de filmación, un poco de su visión; nos dejó un poco de historia.

SENTIDO PERFECTO (2011)

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Un mundo donde el sentido más agudo-y único- es la conexión emocional, ése es el estado humano donde gira el sentido perfecto. La ciencia ficción en un melodrama romántico se juntan para presentar un filme cargado de imágenes emotivas y poco convencionales.

Perfect  Sense (2011) es un largometraje dirigido por David Mackenzie (Galyntine,2005-Starred Up,2013). La premisa es muy fácil, en determinado momento se tiene registro de la perdida del sentido del olfato en diferentes partes de Europa- nunca se define si es causado por un ataque terrorista, una epidemia, o simplemente un estado evolutivo del hombre- y lo único que queda bien expuesto es que conforme pase el tiempo los otros sentidos se seguirán perdiendo.

A la par de esto se encuentra una pareja; Michael (Ewan McGregor) un chef de un prestigioso restaurante que conoce a Susan (Eva Green) quien es una epidemióloga que trabaja en la investigación de las causantes de la “enfermedad” opresora de los sentidos. El enredo amoroso no tarda en suceder.

Se dice que cuando las personas pierden algún sentido los restantes se agudizan, la fugaz relación entre Michael y Susan deja  ver que sobre la marcha no hay tiempo que perder, hay que percibir lo más posible de las personas más cercanas. Agudizar las sensaciones. La capacidad de adaptarse ya sea a una situación social, física o personal queda expuesta en esta cinta.

La fragilidad humana ante los cambios sociales, como los que vivimos hoy en día son altamente perceptibles en el film, el rápido ritmo de vida y la manera en cómo nos desarrollamos en el mundo actual tan volátil me parece que es una idea bien cimentada. El metraje una y otra vez, hace guiños a que el pilar sobre el cual se debería sobre llevar las dificultades de la vida- sea o no la problemática del largometraje- es el amor.

Se tiene el mal gusto que cuando vemos alguna película de amor, se tienda a caer en lo cursi, en el chiste fácil, o bien en una seguidilla de situaciones forzadas que expongan un río de acciones trágicas a lo Romeo y Julieta. Perfect Sense en cambio no ahonda en ello, ni en palabras poéticas, ni en situaciones cursis.

En cambio el film alimenta el sentido del amor a través de acciones comunes pero profundas; o que parecerían no tener un grado mayor; por ejemplo, basta recordar la escena mientras Michael confiesa el abandono a su anterior pareja cuando ésta padecía de una enfermedad terminal. La yuxtaposición de los valores éticos y morales; a la compresión y no enjuiciamiento de las acciones se contrapone con la aún capacidad de entendimiento por parte de su pareja, es decir, más allá de un reclamo de pareja, ésta decide callar, guardar silencio.

En términos técnicos la cinta tiene una estética particular con tonos grises, curiosamente siendo ésta una cinta de ficción no hace uso de efectos especiales para dejar expuesto lo anterior.  El uso de la voz en off para narrar el grado de reacción por los súbitos cambios a la par de que en pantalla se ven escenas sobre los diferentes efectos que causa la perdida que cada uno de los sentidos es una herramienta que funciona muy bien. Así el único sentido que parece permanecer en el film después de esta catástrofe es el  amor que crece, se hace presente y verdadero cuando todo lo demás está perdido.

DE TAL PADRE, TAL HIJO (2013)

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Largometraje del director japonés  Hirokazu Koreeda (Caminando aún, 2008) atraviesa el arco narrativo de un melodrama con arrojo y audacia. De tal padre, tal hijo, es una obra mayor.

La historia se centra en la familia Nonomiya conformada por tres integrantes: Ryota (Masaharu Fukuyama), quien es un jefe de la familia  dedicado al trabajo y al progreso personal a partir del esfuerzo y dedicación diaria. La madre Midori (Machiko Ono), mujer dedicada a las labores del hogar y a descargar el peso de la escuela que su hijo intenta sobrellevar. Y por último Keita (Keita Ninomiya), niño de seis años que a pesar de su corta edad es estrictamente influenciado por su padre a estudiar y realizar actividades extracurriculares, como lo es tocar el piano.

El argumento es quizá demasiado extraño de imaginar. Después de seis años el hospital en el que nació Keita hace una llamada a la familia Nonomiya para decirles que Keita no es su hijo biológico. El hospital acepta la responsabilidad de lo ocurrido y junta a las familias afectadas para en primera instancia proponer y si ambas familias deciden aceptar, realizar un intercambio de niños.

Las disparidades son enormes; por un lado la familia Nonomiya es lo que podemos considerar una familia con un alto poder adquisitivo, mientras que la otra  parte afectada es más bien clase mediera;  y es en este punto donde se pone sobre la mesa el debate de la confrontación del sentido de la naturaleza humana frente a la creación del vínculo social de convivencia- entiéndase afectivo, personal y cultural-.

Cuando Ryota se entera de que Keita no es su hijo biológico lo primero que dice es “Ahora lo entiendo”; así es, ahora entiende el por qué Keita no es un niño a semejanza propia. El padre entiende porqu su hijo no tiene la constancia con las actividades diarias; como lo es tocar el piano. ¿Qué es más importante aquí, seis años de convivencia diaria o la relación co-sanguinea? En una escena en la oficina el jefe de Ryota le dice “¿Tu sangre?, esa es una idea antigua” pues bien el director apunta a las tradiciones y formas de pensamiento que parecen hoy día han quedado atrás y para muestra lo siguiente:

En un fin de semana mientras las familias afectadas se unen para entablar relación con los niños; Yudai padre biológico de Keita cuenta la anécdota de que su padre volaba cometas con él, y que hacerlos volar era muy difícil en aquellos días, a lo que Ryota responde “Mi padre no era de los que volaban cometas con sus hijos” y Yudai  le contesta “Claro, pero nada te obliga a actuar como lo hizo tu padre” El cambio de mentalidad y de concepto sobre la  paternidad se ha establecido. Estos argumentos de la cinta adquieren mayor valor cuando se recuerda que la cultura nipona es sumamente arraigada a  formas de pensamiento y tradiciones sumamente profundas.

Quizá para quienes piensen que el melodrama carece de hondura encuentren en esta cinta la perfecta refutación a esa premisa.  Sin duda el arco narrativo va de “a” hacia “b” con suma delicadeza y audacia. En su sentido más primario y superficial, De tal Padre, tal hijo, nos remite al significado de la paternidad; pero es claro que el discurso va más allá, es un ensayo sobre las formas culturales y de convivencia que imperan hoy en día y que en muchas  situaciones rompen con lo establecido.

Quizá Hirokazu Koreeda no sea tan llamativo a la hora de filmar como lo es Wong Kar Wai, pero en términos cinematográficos, la estética visual de ésta cinta es sobresaliente con planos abiertos y movimientos de cámara perceptibles pero nada bruscos que son sin duda portentosos. Mayor aún es la proeza de que sin un clímax – quizá podemos considerar momento clave cuando Ryota observa el trabajo fotográfico que ha hecho Keita con la cámara, y éste estalla en llanto- Koreeda haga de su obra, un filme que reflexione sobre sí mismo. Y claro, sobre  nuestras prácticas socio-culturales.