¡QUE VIVA MÉXICO! (1933)

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¡Que viva México! fue la sexta obra cinematográfica del soviético Sergei Eisenstein  la cual es una de las grandes cintas dentro de la historia fílmica nacional, modeladora y precursora de un estreotipo indígena que desembocaría en diversos filmes posteriores a éste y que encontraría en Emilio «El indio»  Fernández a su mayor discípulo. El largometraje intenta mostrar rasgos característicos de la población mexicana de los años veinte en México; en específico de la clase indígena nacional.

El cineasta creador de  obras mayores del cine internacional como lo son El acorazado Potenkim, Huelga y Octubre y que hoy día han rebasado el tiempo y el espacio, mantuvo un encuentro con Diego Rivera en California y tras éste decidió venir a México, para iniciar el proyecto denominado ¡Que Viva México!

Antes de pasar a la obra en sí, debemos de entender una cosa; el cine mexicano que se realiza durante  los años veinte pasó de ser un cine vivencial, para ser un cine de corte argumental, el cine vivencial es también conocido como “cine verdad” que ejecutó con maestría Dziga Vertov y que está contenido en su obra mayor El hombre con la cámara; este tipo de cine no fue la prioridad para Eisenstein en lo que respecta al tiempo en que filmó en México, aunque desde mi punto de vista las declaraciones para la prensa mexicana denotaban lo contrario.

La premisa –si podemos decir que hay una- es  transmitir a través de seis episodios el devenir indígena y su importancia en la sociedad mexicana. Un prólogo, un epilogo y cuatro capítulos intermedios conforman la narración de las diferentes maneras en que el indígena ha formado parte de la historia mexicana. El guion es escaso, lo que impera es la representación indígena, en este tipo de cine de principios de siglo, las imágenes pesan más que las palabras. Por ello son pequeños los enunciados que nos explican lo que se intenta mostrar con las imágenes, así la narrativa está sostenida en lo visual.

Como tal la cinta es un despliegue estético fastuoso, con guiños a sus obras anteriores que podemos ver en encuadres y la solemnidad de la narración; para el momento histórico en el cual fue creada el muralismo mexicano estaba teniendo penetración internacional importante, tanto así, que es sumamente fácil distinguir entre los diferentes encuadres, la influencia del “gordo” Diego Rivera, como le llamaba Eisenstein o bien pinceladas de Siqueiros en las escenas de los indígenas en Tehuantepec. A principios de siglo la base narrativa de la imagen era fundamental por ello se usaron encuadres en contra picada para darle importancia a las pirámides mesoamericanas o bien juegos de primer y de segundo plano de hombres emulando las esculturas antiguas que le muestran al espectador un rompecabezas cultural sumamente disfrutable.

El estereotipo del indígena mexicano que se presenta en esta cinta es algo que contrasta con lo que se realizaría posteriormente en el cine nacional, es decir en ¡Que viva México!, el indígena está identificado con el color de piel oscuro, el traje de manta, los huaraches, el sombrero de palma, es trabajador, y apegado a una religión, contrario a lo que después se haría en el cine nacional que es una estilización mucho mayor del personaje indígena, donde todos hablan español, son de tez clara, y con condiciones de vida que no corresponden a la realidad del país. La película que contiene el germen de lo anterior expuesto es: La india bonita (1938). Con lo anterior no estoy diciendo que en el cine de Eisenstein no se haya caído en una especie de estilización pero en su conjunto la obra no luce por la exaltación de la figura del indígena como algo glamouroso. Al final es un indígena de denuncia social.

Así la  narrativa está llena de una intención de traer a la memoria posrevolucionaria el pasado glorioso indígena. Quizá les parezca demasiado entrelazar esta película con la historia, pero yo no sé si por gracia o desgracia esta obra va pegada al momento histórico en la cual surge, no sé puede hablar de ella sin reconocer en su contexto la influencia que tuvo. Y aunque este largometraje no es sino una película de ficción podemos ver en ella una representación del indígena de principios del siglo XX, sin olvidar que la visión de esta clase indígena es la visión de una elite cultural y económica que intenta así dar una versión propia de lo que ve.

La cinta quedó inconclusa en su edición para el año de 1933, fecha en que se proyecto en Nueva York, y en 1934 en México en una función privada. Las diferentes versiones que se han realizado de ella no varían mucho, sólo en el orden en que las imágenes se proyecta, la película que se estrenó en 1979 en la URSS fue una edición de Grigori Alexandrov y es ésta la que se considera como oficial; ¡Que viva México! no es el mejor largometraje de Eisentein, sin duda considero obras de mucho mayor nivel  Octubre o El acorzado Potenkim, pero definitivamente esta cinta es una obra de mayor importancia para la filmografía nacional; Eisenstein dejó en ¡Que viva México! un poco de su método de filmación, un poco de su visión; nos dejó un poco de historia.

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